Cuando el objetivo es adelgazar, lo tenemos claro: dieta saludable y ejercicio. ¡Así nada puede fallar! ¿O sí? Por muy sanos y poco calóricos que sean los platos de tu nuevo régimen, no puedes hincharte sin mesura. Está claro que una ensalada –ojo con los aderezos que suman calorías de más– engorda menos que una hamburguesa doble con bacon, pero no funciona igual si te comes el bol entero que si aprendes a sustituir tus raciones por otras más pequeñas.
Tu mayor miedo, probablemente, sea pasar hambre y pasarte el día ansioso por que llegue la siguiente toma programada en tu dieta. No temas. Se puede reducir la cantidad de comida sin sentir que estamos haciendo un sacrificio supremo. Tan sólo tienes que seguir algunos sencillos consejos con los que recortarás calorías sin apenas darte cuenta. No se trata de magia, están científicamente testados y podrían ayudarte a bajar de peso en menos tiempo del que crees, a aprender a comer lo que necesitas de verdad y a evitar los excesos descontrolados que, bien lo sabes, van corriendo a tu cintura a reunirse con los suyos y hacerse fuertes (que también sucede sin que te des cuenta).
El tamaño de las porciones
Lo ideal es que empieces a medir las cantidades que tienes que comer comparándolas con algunas partes del cuerpo, y así comeremos en función de nuestro tamaño consiguiendo un efecto relajante bastante más eficaz que la ansiedad que nos entra al pesar cada uno de los alimentos y ver que se queda en nada lo que vamos a comer (ojo, hay que pesarlo una vez cocinados, no es lo mismo 50 gramos de lentejas en bruto que una vez guisadas).
Lo que abarque nuestra mano debería ser la extensión de tu ración y debemos medir con puñados la cantidad de arroz o pasta que echemos en la olla (uno por ración). Es interesante que percibamos nuestra dieta como algo lleno de oportunidades más que de prohibiciones, así que cuando se trate de un alimento poco calórico y bajo en grasas aumentemos la cantidad que nos servimos, a modo de recompensa.
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